La comida que pensamos que ha sido preparada con amor siempre nos sabe mejor. Este hecho, constatado en nuestra vida cotidiana, ha sido ahora demostrado por los científicos.
Investigadores de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, analizaron las experiencias humanas en tres experimentos, en los que se examinó la percepción del dolor, del placer y del sabor de la comida.
De esta forma, descubrieron que las sensaciones físicas se ven afectadas por la manera en que percibimos a la persona que nos las proporciona.
Según los científicos, la forma en que interpretamos las intenciones de otros cambia nuestra experiencia física del mundo: las buenas intenciones tienen la capacidad de calmar el dolor, incrementar el placer y hacer que los alimentos sepan mejor.
El experimento con el dolor demostró, por ejemplo, que pacientes hospitalizados sufrían menos durante los procedimientos que se les aplicaban cuando éstos eran llevados a cabo por especialistas con un carácter dulce.
Asimismo, aquellos enfermos que recibían ayuda de familiares y amigos se sentían más reconfortados si creían que la asistencia que recibían era prestada con generosidad y compasión.
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